por Gonzalo Medina Vogel M.V.Ph.D.
Director Escuela Medicina Veterinaria
Universidad Andrés Bello
Estamos en víspera de un posible cambio en nuestra política ambiental, como también del potencial comienzo de una generalizada política energética que modificará los ecosistemas fluviales más importantes de nuestro país. Así creo se debe intentar explicar a la opinión pública la diferencia que existe entre teoría y práctica en gestión ambiental.
Un argumento recurrente en nuestra política ambiental al momento de tomar las decisiones es: que los recursos, el tiempo y la información científica son escasos. Por lo que generalmente nos concentramos en modelos, normas o ideas, basados en experiencias, observaciones, valores, intereses y en estudios de línea base que en el fondo representan sólo una fotografía del momento. Pero que nos facilitan argumentos en que fundarnos para influir, tomar la decisión o simplemente apoyarnos sobre los enormes beneficios económicos de un determinado proyecto. Sin embrago, lo que generalmente queda en el olvido, es el probar si aquel modelo, norma o ideas en que nos basamos para aceptar el proyecto fue el correcto, y el resultado el que se predijo. Cuando estos modelos fallan, las controversias sobre las responsabilidades del impacto sobre ecosistemas o personas de determinados proyectos terminan en discusiones con argumentos que cuestionan la veracidad de los resultados de las investigaciones, la calidad de los estudios de impacto ambiental realizados, la política ambiental o los beneficios.
En la lógica de la ciencia, el método científico comienza con la formulación de una hipótesis que se pueda probar. El diseño experimental es el medio por el cual se prueba la hipótesis, con el propósito de producir un resultado lo más objetivo posible en la presencia de incertidumbre. En contraste están las observaciones sobre fenómenos ecológicos o sociales de los cuales poseemos un entendimiento incompleto, como son los estudios de línea base como parte de los estudios de impacto ambiental. Cuando la hipótesis nula es aquella que el efecto sobre una especie o ecosistema será mínimo, el aceptar esta hipótesis nula cuando en realidad es falsa, puede resultar en mayores costos ambientales y económicos para el país, que los esperados beneficios del proyecto planteado. Costos muy superiores a los que resultarían de rechazar la hipótesis nula cuando en realidad es correcta. Aspecto básico para entender la importancia del criterio precautorio.
El comprender el método científico y la diferencia entre teoría y práctica en conservación de la biodiversidad o los recursos naturales renovables, reducirá significativamente la probabilidad de equivocarnos al aceptar la hipótesis nula. Este es un desafío no menor para Chile, es una discusión país que debemos asumir: el como integramos la ciencia y el conocimiento en nuestra política y forma de hacer gestión ambiental.
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