02 julio 2008

Perspectivas globales acerca del uso de la energía nuclear en Chile, por Jorge Aranda Ortega*

*Jorge Aranda Ortega es egresado de Derecho de la Universidad de Chile, y ayudante del CDA.

De un tiempo hasta ahora, la viabilidad del uso de la energía nuclear en la matriz energética es un tema relevante. Algo que parecía lejano en la década pasada, hoy hace ecos en un contexto doméstico de problemas de abastecimiento de energía, y en un contexto global de combate contra el efecto invernadero. Chile, insertada ya en la OECD, debe pensar ineludiblemente en un contexto global; ergo, el aporte de Chile en la solución del calentamiento global es tema obligado, más allá de nuestro problemas locales.

Entonce, prima facie, esta parece una tecnología idónea dado su gran potencial energético, y su baja emisión de gases promotores del calentamiento global.

En este sentido, en el 2006 se acordó la formación de una comisión de estudios sobre la viabilidad de la energía nuclear en Chile[1]. Hoy existen voces contradictorias en nuestras cúpulas sobre la adopción de esta forma de generación: por una parte, la presidenta Michelle Bachelet anunció el 10 de junio recién pasado que no apoyará esta energía nuclear, considerando que no es la opción adecuada a nuestras necesidades, estimando que el esfuerzo se hará en la instauración de formas de generación de energía por medio de recursos renovables[2]; Con divergente opinión, el 12 de junio los parlamentarios Ricardo Núñez y Jorge Pizarro por parte del oficialismo, y Juan Antonio Coloma, Jaime Orpis, Pablo Longueira, y Baldo Prokurica por la oposición, han presentado, de común acuerdo, una petición a la presidenta de impulsar el desarrollo de un programa nuclear en Chile, con miras pacíficas, centrado en la generación de energía. Ellos argumentan que solucionaría, a bajo costo, los problemas de abastecimiento energético en el norte, y alimentaría plantas desalinizadoras que abastecerían agua potable a la industria minera[3].

Lo cierto es que, más allá de las vicisitudes locales, en los países industrializados persevera hoy la discusión sobre fomentar o no la industria de la generación de la energía nuclear, teniendo en cuenta tanto cuestiones domésticas, como el común denominador del calentamiento global, estando lejos de ser esta discusión privativa de países en vías de desarrollo. Así, descontando a Francia que ha sido por antonomasia la mayor promotora de esta industria, la Rusia postsoviética, aun a cuestas con el terrorífico legado de Chernobyl[4], Italia[5], e incluso Alemania dentro de su plan de diversificación de su matriz energética[6], han dado señales positivas de apoyo a la generación de energía nuclear.

Para ordenar esta discusión, en el foro de la OECD realizado el 3 y 4 de Junio, que trató las reformas y aspectos económicos del cambio climático[7], se efectuó una mesa de discusión acerca del aporte de la energía nuclear en la lucha contra el calentamiento global[8]. En este contexto, han identificado cuatro aspectos elementales que todo gobierno debe tomar en cuenta a la hora de impulsar o rechazar la energía nuclear:
1. El impacto que traerá en el calentamiento global y el menor costo que implicaría este tipo de generación al largo plazo;
2. Los peligros de los desechos nucleares, y la seguridad de las plantas;
3. La cantidad de las reservas uranio que podrá ser utilizado en este tipo de generación, determinando la viabilidad al largo plazo, y;
4. La posibilidad que estas tecnologías sean usados con finalidades bélicas[9].

A favor de la utilización de la energía nuclear, se ha argumentado que estas cuestiones pueden ser superadas, y que lo usos civiles de la energía nuclear son seguros, y por ende, ser una contribución real e el combate del efecto invernadero, siempre que:
1. Se logre determinar su competitividad en el mercado de la generación eléctrica, en relación a otras fuentes;
2. Respeto a las reglamentaciones internacionales de seguridad y almacenamiento;
3. Estricta aplicación del tratado de no proliferación de armas nucleares, de 1968.
4. Tener en cuenta la capacidad de extender estos recursos al largo plazo, y
5. Un sistema de cooperación internacional para el desarrollo nuclear[10].

En contra de la postura anterior, es posible aseverar los siguientes argumentos:
1. La energía nuclear no es significativa para frenar el efecto invernadero, por los costos que implica poner en marcha una central, y el tiempo que tarda en funcionar, considerando que al 2020 las emisiones deben reducirse en, al menos, un 15%;
2. El precio del uranio se elevará a causa de su uso explosivo, y a causa de la especulación en su comercialización;
3. Su real aporte es cuestionable en comparación con la efectividad demostrada en los programas de eficiencia energética, cuyo costo es mucho menor;
4. Las reservas de uranio son limitadas, lo que nada asegura que haya disponibilidad amplia en el futuro.
5. Pese a que la seguridad se ha mejorado, es un riesgo a considerar la posibilidad de accidentes nucleares, más los riesgos asociados al tratamiento de residuos[11].
Luego, el hincapié debe efectuarse en el desarrollo del uso de energía de fuentes renovables, como el sol, o el viento.
Personalmente pienso que, y siguiendo la opinión de Helga Kromp-Kolb, la energía nuclear está lejos de ser una solución viable. Rescato de su discurso que la verdadera discusión no debemos centrarla en que forma de generación energética es la más idónea para frenar el calentamiento global, a bajo costo, sin comprometer el desarrollo económico, sino que los actuales niveles de vida a los que la población mundial aspira, y que son los mantenidos por los países del primer mundo, son ecológicamente insostenibles. El esfuerzo, creo yo, debe ser centrado en como racionalizar el uso de los recursos naturales, y como cada región debe producir energía conforme a sus recursos renovables de mayor disponibilidad.
Finalmente, creo que sin importar la decisión que Chile adopte, rescato la necesidad de cooperación internacional es fundamental en estas materias, pues se afronta la necesidad de aplicación de tecnologías poco desarrolladas en el medio nacional. En este sentido, la apertura de Chile al exterior, es indudablemente un atisbo optimista en la superación de nuestros problemas energéticos, y más aún su incorporación a la OECD.

[1] http://www.aminera.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=1409&Itemid=2 ; y http://www.cchen.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=490&Itemid=2
[2] http://www.iepe.org/econoticias/ver_econoticia.php?id=825
[3] http://spanish.peopledaily.com.cn/31617/6429870.html
[4] http://sp.rian.ru/analysis/20080430/106295400.html
[5]http://www.elfinanciero.com.mx/ElFinanciero/Portal/cfpages/contentmgr.cfm?docId=122137&docTipo=1&orderby=docid&sortby=ASC
[6] http://www.dw-world.de/dw/article/0,2144,3399405,00.html
[7] http://www.oecd.org/document/56/0,3343,en_2649_37465_40778872_1_1_1_37465,00.html
[8] http://www.oecd.org/document/57/0,3343,en_21571361_39644413_40757561_1_1_1_1,00.html
[9]Jeremy Webb, Editor-in-Chief, New Scientist, United Kingdom http://www.oecd.org/dataoecd/23/31/40763136.pdf
[10]Philippe Esper, President, Eurotradia International, France http://www.oecd.org/dataoecd/57/46/40858363.pdf
[11]Helga Kromp-Kolb, Professor, BOKU University, Austria http://www.oecd.org/dataoecd/23/44/40764069.pdf

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