Éste es un "up grade" del comentario hecho por Sergio Praus a la columna del 24/11/08, Los Costos de la Regulación Ambiental, por Gonzalo Parot. ¡Gracias Sergio!
Centro Froward de Derecho Ambiental
Universidad de Magallanes
Punta Arenas.
Espacio creado en el año 2006 al alero de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile para opinar sobre la actualidad ambiental chilena e internacional. Editora: Valentina Durán Profesora de la Clínica Ambiental. En twitter @valeduran. Las opiniones son emitidas aquí a título personal y no representan a la Universidad de Chile ni a otra institución. Te invito a agregar tus comentarios al final de cada artículo.
*Gonzalo Parot es estudiante de 5º año de Derecho de la Universidad de Chile y alumno del curso clínico de derecho ambiental y resolución de conflictos.Hace algunos días, al presentar el libro del Presidente checo Václav Klaus, el ex Presidente español José María Aznar realizó controvertidas declaraciones en las cuales criticaba el ecologismo extremo. De acuerdo con sus dichos, no existe suficiente evidencia científica como para corroborar la influencia del hombre en el fenómeno del calentamiento global. Acusó a los defensores de esta cruzada mundial ecológica de defender su tesis como un dogma que conlleva el malgasto de miles de millones de dólares que podrían tener un mejor destino[1] [2].
Más allá de las cuestiones científicas involucradas, esta postura es reflejo del antiguo debate entre propiedad y medio ambiente. Tras la mutación del Estado interventor concebido a mediados del siglo XX, la controversia sobre la extensión y la profundidad de las medidas de protección ambiental incluye posturas que cuestionan los costos derivados de las trabas puestas a la producción[3].
Es claro que la reducción de emanaciones implica el desarrollo de nuevas tecnologías sin duda más caras y el sacrificio de niveles de productividad potencialmente superiores. La legislación ambiental juega un rol fundamental en la definición de los costos sobrellevados por los países en la lucha contra el calentamiento global.
Desde el punto de vista económico, los dichos de Aznar se basan en la definición de políticas públicas desde la perspectiva de los costos sociales en el corto plazo. El costo de permitir que el riesgo persista debe ser contrarrestado directamente por la medida específica que se adopte. Muchas políticas públicas pueden generar rendimientos muy satisfactorios en este sentido, como en las campañas de inmunización de la población ante ciertas enfermedades o los subsidios habitacionales, por ejemplo.
Observado desde un foco costo-beneficio, la regulación ambiental suele ser cuestionada en tanto no produce resultados tangibles en el corto plazo en términos de salud pública. El problema reside en que el calentamiento global escapa al enfoque microeconómico. La eficiencia sólo permite asignar recursos escasos en el panorama presente, no incide de modo alguno en su aumento o disminución en el tiempo[4].
Un debate ambiental responsable requiere de argumentos que trasciendan el presente estático de la oferta y la demanda. Es perentorio aplicar un enfoque dinámico que incorpore la disponibilidad y generación de los recursos en el futuro. Por lo mismo, la discusión debe evitar cerrarse a la contingencia, garantizando un flujo constante de información científica que avale las medidas adoptadas.
Las acusaciones de Aznar, en tal sentido, acarrean la pretensión muy respetable de abrir el debate a posiciones hoy criticadas que cuestionan legítimamente las creencias actuales. El “ecologismo responsable” que él plantea, sin embargo, lleva hoy día a aceptar los costos actuales de la legislación ambiental de acuerdo al estado actual del conocimiento científico. La prioridad otorgada al fenómeno del calentamiento global se justifica, a pesar de las posibles dudas, en el riesgo generalizado que se cierne respecto del sistema productivo mundial, que escapa a las consideraciones inmediatas pero cuyas repercusiones pueden trascender con creces los costos sociales más graves enfrentados en la actualidad.
[1] http://www.emol.com/noticias/internacional/detalle/detallenoticias.asp?idnoticia=327222
[2] http://www.rtve.es/noticias/20081022/aznar-cuestiona-calentamiento-global-pese-los-inquisidores-del-apocalipsis-climatico/181504.shtml
[3] OST, François, Naturaleza y derecho, Para un debate ecológico en profundidad, Ediciones Mensajero, Bilbao, 1996, pp. 85-136.
[4] DRIESEN, David, The economic dynamics of environmental law: Cost-benefit analysis, emisions trading and priority setting, Conferencia Syracuse University College of Law. http://www.bc.edu/schools/law/lawreviews/meta-elements/journals/bcealr/31_3/01_FMS.htm
Ante lo vertiginoso de los mercados se requiere de respuestas rápidas para hacer cortafuegos a la llama del pesimismo, pero... ¿Qué pasa con la rapidez que se requiere para afrontar los problemas ambientales, donde los ecosistemas son esencialmente dinámicos? ¿Cómo debemos afrontar este dinamismo en la constante presión, y consecuencial deterioro, en el aprovechamiento de nuestro entorno? Esto es algo que no es tratado abiertamente, pues parece carecer de las prepercusiones mediáticas de la crisis subprime.
Para abordar este tema, la World Wildlife Fund en conjunto con la Sociedad Zoológica de Londres han creado el llamado Informe Planeta Vivo 2008, donde mediante cietos indicadores se estima un índice de crédito o débito ambiental, en razón de cuanto impacto ambiental promedio, o huella ambiental, generado por una persona puede ser absorbido por una hectárea promedio de terreno de biodiversidad relevante, llamada hectárea global, con miras a la regeneración del planeta en su conjunto. El resultado global es aterrador: de todas la áreas disponibles en el planeta, 2,1 hectáreas globales pueden ser destinadas para absorver los impactos ambientales generados por una persona, mientras que cada persona promedio genera un impacto tal que se requieren 2,7 hectáreas globales para ser absorbido, o dicho de otro modo, hay un margen de 0,6 hectareas globales que deberían existir para hecer sustantable nuestra vida en planeta y no existen, destruyendo nuestro entorno de modo acelerado.
La lista de países más insustentables la encabezan China y EE.UU., necesitando cada ciudadano estadounidense 9,4 hectáreas globales para asbsorber los impactos ambientales de su forma de vida. Chile es el quinto país en la región (luego de Paraguay, Panamá, México y Uruguay), con una huella ecológica de 3 hectáreas globales por persona, superando por 0,9 el margen actual de sustentabilidad.
Así, voces como la de Christoph Heinrich, director de WWF Alemania, advierten con justa razón que “la crisis ecológica nos afectará mucho más que la crisis financiera y pondrá en peligro tarde o temprano el bienestar y el desarrollo de todas las naciones”. El mensaje es claro: no podemos seguir despilfarrando nuestros recursos naturales, y consecuencialmente, el entorno al cual están indisolublemente ligados.
En consideración a que éste es un problema de dimensiones globales, se requiere de respuestas globales, tal como lo plantea fervientemente, y desde una perspectiva jurídica, el profesor Bob Percival de la universidad de Maryland. Así, de alguna manera resulta alentador que el recién electo presidente de los EE.UU. Barack Obama haya anunciado en su campaña presidencial un plan de reducir para el año 2050 un 80% de las emisiones de su país respecto a las de 1990. Además, estima que es necesario una actuación global para combatir el calentamiento global, proponiendo el retorno de EE.UU. al Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Igualmente... ¿Que puede hacer Chile en este escenario global tan complejo? Primero que todo, deberían adoptarse medidas serias y concretas, tanto políticas como legislativas, respecto al déficit existente en materias de áreas silvestres protegidas, que tan necesarias son para perseverar en la conservación de hectáreas relevantes para la absorción de la huella global de cada ciudadano chileno y del mundo. No es un misterio que Chile esté atrasado en esta materia, tal como Paulina Gálvez lo delata con sobresaliente acertividad.
Desde esta perspectiva, las áreas silvestres protegidas deberían ser concebidas no sólo con fines paísajisticos o de conservación de especies relevantes, sino también con la finalidad superior de absorber nuestros impactos ambientales, y posibilitar la regeneración de los ecosistemas.
Sobre las características de esta crisis hay quienes van más allá. Por ejemplo, Enrique Leff, quién recientemente dictó una clase magistral en nuestra facultad, el día 7 de noviembre del presente año, asevera que esta crisis pasa por deficiencias en la actual teoría del conocimiento, donde el actual planteamiento de las ciencias desde una perspectiva especializada en lugar de una integrada, y donde el centro de atención de los estudios se centra en los meros objetos y no en las relaciones dinámicas que entre ellos se verifican, redunda en una incapacidad metodológica para comprender el medio ambiente, y de ahí el fracaso en como las distintas ramas del conocimiento tratan de abordar el problema sin entregar soluciones concluyentes.
Finalmente, estimo que como seres concientes debemos ser sumamente autocríticos con nuestras conductas de consumo. Alcanzar y mantener el nivel de vida de países desarrollados nos llevará impajaritablemente, y de forma acelerada, a una crisis ambiental, crisis donde cada estado no podrá invertir de golpe inusuales cantidades de dinero para frenar la debacle tal como lo han hecho con la bullada crisis subprime, y justamente ahí, en las nulas posibilidades de frenarla o mitigarla cuando parezca inevitable, es donde radica la eventual calamidad de esta otra crisis.
El 16 de octubre la Comisión Académica del Proyecto Domeyko "Institucionalidad en Biodiversidad" decidió adjudicar las becas del concurso de memorias a los siguientes tres proyectos de investigación, todos presentados por memoristas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Felicitamos a las concursantes. Los proyectos seleccionados son:
- La fiscalización y sanción administrativa en materia de biodiversidad: estudio práctico, presentado por las egresadas Paulina Gálvez (ayudante del CDA) y Paula Paredes, ambas memoristas del CDA e integrantes del proyecto de investigación "Institucionalidad ambiental y fiscalización" dirigido por la Prof. Valentina Durán. Este trabajo, pretende analizar la aplicación de sanciones administrativas especialmente en servicios con competencias en materia de biodiversidad y recursos naturales.
- Principio de precaución y cambio en el paradigma en el concepto del Derecho, presentado por Fabiola Menares. Esta memoria será dirigida por la Prof. Pilar Moraga. Su objetivo es analizar el Principio Precautorio del Derecho Internacional del Medio Ambiente y demostrar la falta de coherencia entre la teoría del derecho y la práctica del mismo, para concluir señalando el peligro que puede significar tal falta de acomodación. La sociedad actual busca la protección tanto del medio ambiente y la libertad económica, ambos reconocidos por el derecho nacional e internacional. El principio precautorio revela una importante misión de la política ambiental y del derecho: tomar las medidas necesarias para evitar posibles daños graves e irreparables sobre cuyas causas aún no existe certeza científica
- Finalemente, Ordenamiento territorial: gestión para un nuevo equilibrio, presentado por Josefina Correa.